Siempre tuve ese rollo, esa obseción: escribir. Escribir cualquier cosa que me venía a la mente, las cosas que me estaban pasando. O simplemente frases exterminadoras: "Me cansé de este colegio", "Tal cosa me tiene harta", "Amo tal otra", bla, bla. El papel no te es infiel, no te caga, te deja ser. No te pone cara de circunstancia, aunque le estés contando que tenés morbo con las ratas egipcias o que te excita ver cómo los murciélagos duermen en el taparrollo de tu ventana.

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